
Sí un hombre fuera un buen amante en realidad, se preocuparía por el placer de su compañera y aunque ésta, en su defecto, fuera inexperta, fría e introvertida, no debería él, poseer la capacidad emocional para encaminarla en la dirección correcta, asegurando su placer, tanto como el de ella?
No deberían, sus caricias y comprensión, acercarla al camino de la confianza y el desenfreno, al fondo de los deseos, donde se pierden los complejos, los prejuicios y la suciedad que han tallado una marca en la frente de la mujer centroamericana, liderándola de sus temores e inseguridades, para entregarla a los sentidos de su cuerpo y a las experiencias de su piel?
No creo que la esencia del amante perfecto se encuentre en el tamaño de su pene, ni que el tamaño de sus testículos sea proporcional al empuje de su sexo, y por ende, a la cantidad de orgasmos que le pueda arrancar a una mujer. Esto definitivamente no es lo todo.
Aún no logro comprender como muchos hombres se desasen en ganas por nuevas experiencias sexuales, que prefieren reprimir hasta el cansancio o llevarlas a cabo con otras mujeres, con tal de no hablarlo o pedirlo a sus esposas, simplemente porque a la esposa se le respeta y ella no es para eso. Perdón, que alguien me explique por favor?

No debería ser el sexo, un derecho pleno dentro de la vida de pareja, que es aplicable tanto al hombre como a la mujer?... Si la relación es saludable, no debería la mujer poder decirle a su compañero cómo le gusta ser besada, acariciada y penetrada?
No debería el hombre comprender que el hecho de ser mujer no inhibe los deseos, que estos no nos son limitados por nuestro género y que la mayoría de las veces, no se expresan por temor al señalamiento a nivel social y peor aún, dentro de la relación misma?
Quién dice que por ser mujer, aún soltera e inactiva sexualmente, el cuerpo deja de sentir, de desear y de encenderse?

Pienso que el hombre que cree que la mujer es como la guitarra (que no suena, si no la tocan) está perdiéndose de las dulzuras que ésta puede dar cuando encuentra en sí misma el objeto del deseo, cuando se encuentra segura, caliente y enamorada de su cuerpo, cuando decide compartirlo y se adelanta al estimulo externo, porque no necesita más que su propia confianza para lanzarse y tomar las riendas del asunto.
Que dichoso el hombre que no le tema a la sexualidad femenina, en todo su esplendor!