Capitulo 1: La preparación.
Hace unos días me dispuse a realizar unos trámites en San José, obligándome mis diligencias a pasar justamente por el parque central; así que antes de salir de casa prepare algunos alimentos, por si algún pobre animalillo, muerto de hambre y frio, me miraba feo, taladrándome el alma con sus ojos hundidos por la deshidratación y los rítmicos movimientos de cola, que parecen saludar a la vista de la comida.
Al verme escasa de alimento para perros, prepare emparedados de jamón (mi maleducada mascota los adora) a sabiendas de que no son del todo buenos para la salud de estos animales, pero igual pensé que era mejor esto que algunos desperdicios, al menos por ese día.
Mientras los preparaba decidí seguir el consejo de mi madre, que siempre dice que sí a uno le alcanza para comprarse más de un par de zapatos, seguramente le alcanzará para darle de comer, aunque sea una vez, a algún hambriento; así que prepare un par de botellas plásticas con chocolate caliente y eche en mi mochila algunos emparedados mas.
Capitulo 2: El recorrido.
Salí de mi casa como de costumbre, dispuesta a cumplir lo que me disponía a hacer y con toda la intención de alentar a alguien, aunque fuera un poquito, ese día; me sentía más positiva que de costumbre y con unas extrañas ganas de hacer el bien (y digo extrañas porque díganme cuántos de ustedes se levantan y de una vez planean ser las mejores personas del mundo ese día?… no muchos, verdad? La locura de lo cotidiano nos absorbe y raramente pensamos en el prójimo, es triste pero cierto).
Cerca de las 2:30 pm ya había terminado mis diligencias, así que me enfoque en el dichoso parque; mire a la gente moverse rápido, como deseando no ser notada por ningún chapulín, sosteniendo sus carteras y portafolios como si cargaran en ellos un millón de dólares, sus rostros se veían desencajados y nerviosos y definitivamente nadie parecía amigable, decidí pensar que se debía al inminente aguacero que ya se nos venía encima y no a la desconfianza y la inseguridad que taladra los huesos del tico, enseñándole desde temprana edad que, y ante todo, no se puede confiar en nadie en estos días.
Mientras las personas se alejaban huyendo unas de otras, yo buscaba al perro de mis pensamientos y esperaba encontrar junto a él, alguna persona con quien compartir el chocolate (me parece que estos dos personajes se unen en momentos de dolor más que nunca, no lo han notado?)…
Capitulo 3: El encuentro.
Los encontré en uno de los costados de aquel gran quiosco; era un joven que tal vez rondaba los 16 o 17 años, con las ropas sucias y rotas en algunas partes, sus dedos se asomaban de sus tenis viejas y su cabello estaba bastante largo, así que tuve problemas para encontrar sus ojos cuando me acerque a hablarle; a su lado había un perro flaco y canelo, lleno de pulgas porque no dejaba de rascarse y estaban sentados, uno al lado del otro, dando la impresión de que no había nadie más en el mundo para ellos.
Lo salude con naturalidad y él me miro desconfiadamente (como lo esperaba), rápidamente me presente y le dije que cargaba conmigo algunos alimentos y que si me lo permitía, me gustaría compartirlos con él y con su perro, a lo que él respondió con una sonrisa que reflejaba angustia y hambre al mismo tiempo.
Me acerque un poco más (ya más relajada) y me senté en el suelo frente a él (de todas maneras este es un país libre y puedo sentarme donde yo quiera, cierto?) y contuve el aliento para disimular lo mejor que podía, que el olor que desprendía aquel joven me estaba matando.
Le entregue una de las botellas, un par de emparedados y algunas servilletas, saque otro emparedado para su perro y éste prácticamente lo engullo, así que le di uno más, que proceso con más calma al final.
Capitulo 4: La historia del invisible.
Hablamos entre mordiscos de emparedados y tragos de chocolate, por cerca de 30 minutos, descubrí que su nombre era Julio y que en efecto tenía 16 años, era oriundo de Pérez Zeledón y se había venido para San José escapado, desde los 10 y que aquí, rodando en las calles, en vez de sufrir menos, solo había sufrido más.
Le pregunte si su madre lo había buscado (porque no concebía perder a un niño y no buscarlo hasta la locura) a lo que contesto que habían muchos güilas en la casa y que seguro no notaron que el faltaba, y que si lo busco, nuca se había dado cuenta.
Logre averiguar que nunca conoció a su verdadero padre y que la pasaban muy mal de hambres en su casa, con sus demás familiares, su madre se junto y su padrastro les pegaba cuando bebía, insultándolos hasta caer dormido, lo habían sacado de la escuela más chico y lo pusieron a ayudar por ser el mayor.
Me enseño algunas heridas de alguna vez en la que quiso matarse, pero me aseguro que él era ¨tan pura mierda¨ que ni eso pudo hacer bien y que al fin decidió escapar cuando su padrastro empezó a ¨tocarlo feo¨ y al verse desamparado, prefirió la calle que era incierta, que un mundo cierto de dolor.
Me conto que comían (el perro y él) pidiendo en alguna esquina, ayudando en algún trabajo como cuidar carros a la salida del teatro (pero que eso estaba muy peleado últimamente) y que si definitivamente no había de otra, también robaba pero que no le gustaba, porque ya lo habían pescado antes y odiaba la cárcel porque ahí, algo muy malo le había pasado.
Así que no confiaba en nadie, no tenía a nadie ni le importaba nadie, porque ya él sabía que había nacido para sufrir y que lo único que de verdad le dolía era su perro, que temblaba de frio y hambre en los oscuros rincones de la capital.
Capitulo 5: El sermón.
Lo escuche con cuidado y cuando termino de hablar me tire al agua con él y se me salió la herencia de mi madre; le conté acerca de mi pobre salud, de mis problemas de agresión, de mi soledad y mi pasado, de cómo yo también quise escapar mil veces pero nunca me atreví y concluí diciéndole que Dios me había rescatado.
Le exprese que con Su inmenso amor llenó mi vida y que aunque muchas veces me sentía perdida, El siempre estaba para mí, que El me protegía y me había enseñado a ser valiente y a tener fe. Le dije que él era importante para Dios, que lo amaba y lo cuidaba, le dije que tenía un plan para él y quería que fuera feliz. Le dije que tenía que confiar en el amor de Dios…
Capitulo 6: La respuesta.
Me miro con amargura, con esa amargura que se acumula solo con los años y me respondió dolorosamente, mientras acariciaba la cabeza de su flaco compañero: Dios no existe y si existe, nosotros somos invisibles para El, cómo puede alguien hablarme del amor de Dios, si solo he conocido el odio y el desprecio de la gente, sí mi vida entera la he pasado en soledad, con frio y hambre, y cuando he querido pedir ayuda, las personas me desprecian y desearían que yo me muriera, desearían que nunca hubiéramos existido.
Esta respuesta taladro mis entrañas al darme cuenta que no tenía nada que replicar… Qué podía decirle para devolverle la esperanza? ...cuando él desintegro los pilares de mi de fe en un segundo... Esos minutos se me hicieron eternos y no me pude percatar de la lluvia que mojaba mi cabello.
Mire a mi alrededor y era cierto, una vez que me senté en el piso junto a él me volví invisible también, nadie parecía notarnos, por el contrario, parecía que nadie quería vernos, nos pasaban de lado y si alguien nos miraba, era con asco y desaprobación.
Capitulo 7: El resultado.
Una gran soledad se apodero de mí y por el resto del tiempo que estuve sentada junto a él bajo la lluvia, me volví parte de la gente invisible, me uní a las líneas de miserias y dolores, y de verdad sentí que, como Julio y su perro, yo también había nacido únicamente para sufrir…
Hace unos días me dispuse a realizar unos trámites en San José, obligándome mis diligencias a pasar justamente por el parque central; así que antes de salir de casa prepare algunos alimentos, por si algún pobre animalillo, muerto de hambre y frio, me miraba feo, taladrándome el alma con sus ojos hundidos por la deshidratación y los rítmicos movimientos de cola, que parecen saludar a la vista de la comida.
Al verme escasa de alimento para perros, prepare emparedados de jamón (mi maleducada mascota los adora) a sabiendas de que no son del todo buenos para la salud de estos animales, pero igual pensé que era mejor esto que algunos desperdicios, al menos por ese día.
Mientras los preparaba decidí seguir el consejo de mi madre, que siempre dice que sí a uno le alcanza para comprarse más de un par de zapatos, seguramente le alcanzará para darle de comer, aunque sea una vez, a algún hambriento; así que prepare un par de botellas plásticas con chocolate caliente y eche en mi mochila algunos emparedados mas.
Capitulo 2: El recorrido.
Salí de mi casa como de costumbre, dispuesta a cumplir lo que me disponía a hacer y con toda la intención de alentar a alguien, aunque fuera un poquito, ese día; me sentía más positiva que de costumbre y con unas extrañas ganas de hacer el bien (y digo extrañas porque díganme cuántos de ustedes se levantan y de una vez planean ser las mejores personas del mundo ese día?… no muchos, verdad? La locura de lo cotidiano nos absorbe y raramente pensamos en el prójimo, es triste pero cierto).
Cerca de las 2:30 pm ya había terminado mis diligencias, así que me enfoque en el dichoso parque; mire a la gente moverse rápido, como deseando no ser notada por ningún chapulín, sosteniendo sus carteras y portafolios como si cargaran en ellos un millón de dólares, sus rostros se veían desencajados y nerviosos y definitivamente nadie parecía amigable, decidí pensar que se debía al inminente aguacero que ya se nos venía encima y no a la desconfianza y la inseguridad que taladra los huesos del tico, enseñándole desde temprana edad que, y ante todo, no se puede confiar en nadie en estos días.
Mientras las personas se alejaban huyendo unas de otras, yo buscaba al perro de mis pensamientos y esperaba encontrar junto a él, alguna persona con quien compartir el chocolate (me parece que estos dos personajes se unen en momentos de dolor más que nunca, no lo han notado?)…
Capitulo 3: El encuentro.
Los encontré en uno de los costados de aquel gran quiosco; era un joven que tal vez rondaba los 16 o 17 años, con las ropas sucias y rotas en algunas partes, sus dedos se asomaban de sus tenis viejas y su cabello estaba bastante largo, así que tuve problemas para encontrar sus ojos cuando me acerque a hablarle; a su lado había un perro flaco y canelo, lleno de pulgas porque no dejaba de rascarse y estaban sentados, uno al lado del otro, dando la impresión de que no había nadie más en el mundo para ellos.
Lo salude con naturalidad y él me miro desconfiadamente (como lo esperaba), rápidamente me presente y le dije que cargaba conmigo algunos alimentos y que si me lo permitía, me gustaría compartirlos con él y con su perro, a lo que él respondió con una sonrisa que reflejaba angustia y hambre al mismo tiempo.
Me acerque un poco más (ya más relajada) y me senté en el suelo frente a él (de todas maneras este es un país libre y puedo sentarme donde yo quiera, cierto?) y contuve el aliento para disimular lo mejor que podía, que el olor que desprendía aquel joven me estaba matando.
Le entregue una de las botellas, un par de emparedados y algunas servilletas, saque otro emparedado para su perro y éste prácticamente lo engullo, así que le di uno más, que proceso con más calma al final.
Capitulo 4: La historia del invisible.
Hablamos entre mordiscos de emparedados y tragos de chocolate, por cerca de 30 minutos, descubrí que su nombre era Julio y que en efecto tenía 16 años, era oriundo de Pérez Zeledón y se había venido para San José escapado, desde los 10 y que aquí, rodando en las calles, en vez de sufrir menos, solo había sufrido más.
Le pregunte si su madre lo había buscado (porque no concebía perder a un niño y no buscarlo hasta la locura) a lo que contesto que habían muchos güilas en la casa y que seguro no notaron que el faltaba, y que si lo busco, nuca se había dado cuenta.
Logre averiguar que nunca conoció a su verdadero padre y que la pasaban muy mal de hambres en su casa, con sus demás familiares, su madre se junto y su padrastro les pegaba cuando bebía, insultándolos hasta caer dormido, lo habían sacado de la escuela más chico y lo pusieron a ayudar por ser el mayor.
Me enseño algunas heridas de alguna vez en la que quiso matarse, pero me aseguro que él era ¨tan pura mierda¨ que ni eso pudo hacer bien y que al fin decidió escapar cuando su padrastro empezó a ¨tocarlo feo¨ y al verse desamparado, prefirió la calle que era incierta, que un mundo cierto de dolor.
Me conto que comían (el perro y él) pidiendo en alguna esquina, ayudando en algún trabajo como cuidar carros a la salida del teatro (pero que eso estaba muy peleado últimamente) y que si definitivamente no había de otra, también robaba pero que no le gustaba, porque ya lo habían pescado antes y odiaba la cárcel porque ahí, algo muy malo le había pasado.
Así que no confiaba en nadie, no tenía a nadie ni le importaba nadie, porque ya él sabía que había nacido para sufrir y que lo único que de verdad le dolía era su perro, que temblaba de frio y hambre en los oscuros rincones de la capital.
Capitulo 5: El sermón.
Lo escuche con cuidado y cuando termino de hablar me tire al agua con él y se me salió la herencia de mi madre; le conté acerca de mi pobre salud, de mis problemas de agresión, de mi soledad y mi pasado, de cómo yo también quise escapar mil veces pero nunca me atreví y concluí diciéndole que Dios me había rescatado.
Le exprese que con Su inmenso amor llenó mi vida y que aunque muchas veces me sentía perdida, El siempre estaba para mí, que El me protegía y me había enseñado a ser valiente y a tener fe. Le dije que él era importante para Dios, que lo amaba y lo cuidaba, le dije que tenía un plan para él y quería que fuera feliz. Le dije que tenía que confiar en el amor de Dios…
Capitulo 6: La respuesta.
Me miro con amargura, con esa amargura que se acumula solo con los años y me respondió dolorosamente, mientras acariciaba la cabeza de su flaco compañero: Dios no existe y si existe, nosotros somos invisibles para El, cómo puede alguien hablarme del amor de Dios, si solo he conocido el odio y el desprecio de la gente, sí mi vida entera la he pasado en soledad, con frio y hambre, y cuando he querido pedir ayuda, las personas me desprecian y desearían que yo me muriera, desearían que nunca hubiéramos existido.
Esta respuesta taladro mis entrañas al darme cuenta que no tenía nada que replicar… Qué podía decirle para devolverle la esperanza? ...cuando él desintegro los pilares de mi de fe en un segundo... Esos minutos se me hicieron eternos y no me pude percatar de la lluvia que mojaba mi cabello.
Mire a mi alrededor y era cierto, una vez que me senté en el piso junto a él me volví invisible también, nadie parecía notarnos, por el contrario, parecía que nadie quería vernos, nos pasaban de lado y si alguien nos miraba, era con asco y desaprobación.
Capitulo 7: El resultado.
Una gran soledad se apodero de mí y por el resto del tiempo que estuve sentada junto a él bajo la lluvia, me volví parte de la gente invisible, me uní a las líneas de miserias y dolores, y de verdad sentí que, como Julio y su perro, yo también había nacido únicamente para sufrir…
Wow, precioso post de una realidad tan triste. Hermosa "pluma" tenés y un gran corazón. Dios te bendiga montones y siempre te dé un corazón dispuesto a servirle Saludos!
ResponderBorrarHola, creo que es la primera vez que visito tu blog, pero permitame felicitarla por tan excelente post!!!
ResponderBorrarSinceramente no iba a leerlo por que lo vi muy largo, pero cuando leì un poco de las ultimas estrofas no tuve màs opciòn que leer todo desde el principio y simplemente me gustò muchisimo esta historia y la forma en que la cuentas, admiro esa buena voluntad que tienes de ayudar al màs necesitado, es poco comùn en las personas en estos dìas, claro el muchacho tiene muchisimas razones para pensar que no existe Dios, en esas condiciones cualquiera podrìa pensar igual, pero cuando no encontramos respuestas en nosotros mismos para aclarar esas dudas es mejor callar y dejar que Dios mismo responda a nuestras oraciones o inquietudes segùn su infinita sabidurìa, yo creo en Dios aunque hay miles de razones para pensar lo contrario, pero en mi vida si han pasado cosas que solo podrìa explicar con la existencia de Dios y no con la ciendica o razones humanas.
En fìn, estos son dìas en que la gente piensa màs en si misma y menos en los demàs, el valeverguismo que dice si yo estoy bien los demàs me valen, que se la jueguen como puedan.
Es bueno que tambien existan personas que marquen la diferencia, no todo en la vida puede ser tan malo, a veces depende de nosotros mismos encontrar la felicidad en las cosas pequeñas o en las personas que nos rodean.
Ahora bien, ese dìa le diste un pedazo de pan y chocolate y despuès que? No se, imagino que debes haberle sugerido algùn lugar donde lo puedan recibir como el pani u hogares crea, que se yo, algùn sitio donde lo puedan ayudar y por supuesto que èl mismo ponga de su parte para mejorar su propia vida, no todo puede caerle del cielo ya solucionado, ya le has demostrado que aùn hay personas dispuestas a ayudar, ahora tambìen depende de la actitud del muchacho si quiere salir adelante.
Salu2 de WOLVERINE.
Creo que es nuestra labor es solidarizarnos y ayudar a los mas necesitados, tanto materialmente como psicológicamente, las personas arrastramos raices muy profunda de problemas para lo cual debemos estar preparados, aprender a escuchar y asi dar nuestros mejores consejos. Bendiciones!!
ResponderBorrarWow que duro!!!
ResponderBorrarSinceramente yo no me acercaría a nadie así en SJ por miedo!!
Vivimos con demasiado miedo, demasiado apurados...
Que dificil...
Muchas gracias por sus comentarios, de verdad me alegra saber que no todos somos indiferentes, ya que desde el pasado viernes vengo afligida…
ResponderBorrarEn realidad hubiese deseado que ésta historia fuera producto de mi imaginación, simplemente porque es desgarradora. No se me ocurría que hacer (lo cual solo empeoro mi tristeza), no tenía mucho dinero conmigo (ya que soy una limpia la mayor parte del mes), ni como llevarlo a algún albergue; solo tenía para darle mi suéter, que aun estaba seco, algún dinero que me quedaba de las vueltas que había hecho, el resto de la comida y el numero de la asociación Obras del Espíritu Santo, se lo encomendé a Dios y me retire al ser cercanas las 5 de tarde. Me fui hecha una sopa, con el corazón destrozado, llena de culpas y auto reproches, sobre todo por la impotencia de mi condición.
wow. susto. sentí leerme a mí misma por que tenemos el mismo template, ja.
ResponderBorrarla realidad cruda, para desgracia de muchos, se torna repetitiva.
salu2
Estimada Hellen;
ResponderBorrarEl desgarro de la humanidad se manifiesta en el miedo de nosotros mismos ante este tipo de encuentros.
Mi opinión muy personal es que cuando quiero enfrentarlos me lleno de todas las actitudes negativas para así evitarlos, negándome el derecho a entender el proceder de un niño que ve la vida como un gran vacío y desesperanza.
¿Cuántos miles más estarán en esta o peores circunstancias? ¿Quién los socorre y cómo subsisten?
No hay peor espejo que en el que no queremos mirar, fue muy valiente su actitud, a la vez
una experiencia extremadamente dolorosa por lo que describe al final, tenga cuidado, muchas de estas fisuras en el alma conllevan tiempo asimilarlas dado que sólo un gran milagro hará que estos niños puedan encontrar la paz con Dios y con ellos mismos, considero que el rato que compartió con él es parte del milagro, usted le alivió la carga de su penar en su dura vida, aunque fuera por un pequeño tiempo.
Eva.
Hola Hellen. Mi primera visita a tu blog, y lo primero que me encuentro es este post. Humano y sin anestesia.
ResponderBorrarSoy caminante, peatón de la ciudad todos los días, y me toca ver a muchos Julios. Admito que el tiempo lo vuelve a uno también indiferente, más duro de corazón. Me he vuelto un poco como esos que intentan simplemente atravesar el casco urbano tan rápido como sea posible.
Sí, a veces me detengo, hablo con la gente, me fijo en detalles que para otros son inexistentes, pero no es siempre.
Tristemente todo de una u otra forma somos invisibles de vez en cuando.
Hola Chepe, creo que es imposible que no nos pase, la vida nos endurece y sin darnos cuenta, un amigo me dijo que era un mecanismo de defensa y yo simplemente creo que el corazón echa cayo… gracias por tu comentario y por visitarme!!
ResponderBorrarWOW QUÉ HISTORIAS LAS SUYAS!! Nunca he leído nada que me llegue tanto como esta.. Una vez le puse un sandwich a la par a un indigente que estaba dormido, en un día parecido a ese suyo, en que uno se decide a hacer algo al respecto.. Y s q la verdad yo no creo en dios entonces no sé qué decirle con ese final, más que ese video de "get service" de youtube (http://www.youtube.com/watch?v=awlEzAjhcS8) que ví en el blog de Álvaro, "Mi rincón" (http://rincon-mio.ticoblogger.com/).. Es gente invisible definitivamente, y la única q forma en q le veo salida s llevándolo a alguna especie de albergue o algo así donde lo internen.. Deberíamos todos andar un sandwich extra o galletas, no darles plata; comida.. y atención como ud lo hizo, sólo si nos sentimos valientes ese día, es peligroso pero qué gran cambio puede ser..
ResponderBorrarTu post me puso a pensar, más específicamente por la respuesta de este muchacho respecto a Dios que es algo comprensible debido a todas las cosas que ha vivido. Todos, sin excepción, pasamos por momentos difíciles y siempre preguntamos "porqué?". Pedimos respuestas de Dios y no obtenemos ninguna respuesta, y es ahí donde cuestionamos. O será que sí nos habla pero escuchamos sólo lo que nos conviene?
ResponderBorrarEste muchacho ha pasado por muchas cosas lamentables, y considera que Dios se olvidó de él. Pero no analiza el hecho de que también, muy a pesar de la dificultad, todavía sigue en este mundo. Y todos somos así: lamentamos nuestros problemas y la falta de respuesta de Dios, pero no nos ponemos a pensar que a pesar de ello todavía estamos aquí. Dios sabe porque hace las cosas.
Yo he pasado por momentos difíciles en mi vida personal que me han bajado el estado de ánimo. Pero, sin embargo, sigo acá y estoy seguro que es porque Dios me ha dado fuerza y eso me inspira a luchar.
Por eso digo, para el que sienta que Dios no le escucha o ayuda, sepa que Él sí está operando pero lo hace a su manera, muchas veces incomprensible para nosotros y es para bien de uno.
Y por supuesto, no me malinterpreten. Yo no soy ningún santurrón, ni pandereta, un Ned Flanders ni nada de eso. Soy una persona común y corriente, pero yo siento que Dios opera así.
Saludos,