viernes, 15 de enero de 2010

Saber sufrir y dejar doler

Una vez me dijiste que el dolor también era un arte y no te comprendí…pero ahora todo ha cambiado, creo que nunca antes mis noches habían sido tan oscuras como estas noches y no porque sienta dolor, sino porque no siento nada…

Nunca he pintado con tanta rabia y pasión, ni he hecho tantos locos borradores de mis confusos pensamientos y ausentes emociones como ahora, nunca la música ha sonado tan triste y dulce en mis oídos y el amor jamás se ha vislumbrado tan esperanzador y ausentemente presente en todo lo que me rodea.

Hoy todo parece diferente; hoy, que estoy vacía de todo, hoy, que ya no hay nada en mí, me doy cuenta de lo viva que estoy, porque el agujero de mi alma me ha permitido ver con claridad en todos mis rincones y sé que estoy vacía, dolida, hueca y en pena; pero disfruto cada punzada, cada agonía y cada desazón.

Disfruto de la gente, de su rostro y su dolor, siento las emociones ajenas y extrañas, mil veces más intensamente; me condenso entre la masa y su barullo, me pierdo entre las risas transitorias y el humor flameante de las locuras ajenas; y me pregunto cuándo volveré a sentir mis propias penas profundas, mis propias agonías inquietas y mi propio verdadero y ahogado dolor.

Tenias razón, el dolor también es un arte; madre y padre de las obras más bellas!

Que sabio fuiste…

El dolor es ahora, mi conexión con la vida…

No hay comentarios.:

Publicar un comentario