Nada veo que me sorprenda o me haga reír hasta asfixiarme, nada hay en la luz que me contenga de proferir alguna maldición al tiempo, por pasar tan invisible ayer, tan deprisa hoy y tan lento mañana.
Nadie puede salvarme ahora de la comodidad de mi acompañante solitaria, la nada, porque sí alguien estuviera destinado a salvar los girones de mi corazón, seguro ya hubiese aparecido, seis años de soledad parecen demasiado, inclusive para la muerte.
Nada hay que me motive a caer en los tediosos esfuerzos del amor, a propinar caricias cargadas del cariño que se escurre por los poros, cuajándose en los huesos y sedimentándose en la memoria de los años más tardíos, recordándose cuando el recuerdo del propio nombre se desvanece y viviéndose en las entrañas, más que en la evocación.
Nada siento en mi hueco pecho, nada me late, nada me brilla, nada me enceguece… y sin embargo, me contradigo!... miro, rio, lloro… y me vuelvo a contradecir.
Sobre la marcha me detengo y miro… aunque mi mente está cansada, mi cuerpo esta hinchado por las ganas de sentir, se me han rebelado las entrañas, llenas de ausentismo y quieren probar, hoy mismo, el delicado sabor del sufrir!
Porque si bien es cierto (y esto no hay quien lo dude) nunca me he sentido más viva que cuando me he visto envuelta en dolor, nunca me ha gustado tanto la vida como cuando la he sentido partir, nunca guste tanto del tacto como cuando otras manos abandonaron las mías, nunca valore tanto aquello que tuve, hasta que lo perdí.
Tiemblo, gimo, me revuelco y lloro, me duele la carne por la ausencia de los daños, la falta de renovadas cicatrices es reflejo del tedio de mi existencia, es reflejo inequívoco del sello hacia mí interior; inquebrantable, piedra segura y caliente coraza, que me castra los sentidos y me anuda el corazón.
Y nada, sin embargo, hay delante de mí…
Wow! Me encantó cómo lo describiste... Totalmente identificada... Nunca me sentí más viva que cuando sufrí y es triste sentirse vacía y sin capacidad de sentir...
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